The aim of this blog is to serve as a meeting point to those who study or have studied English philology and, more broadly, to all those who love literature and language.

3 Dec 2008

¡ES (UNA OBRA MAESTRA/UNA AUTÉNTICA PORQUERÍA)!

Aprovecho la entrada de Maite sobre la saga Harry Potter y el posterior comentario de José Ángel para exponer aquí, ante el mundo mundial y de una vez por todas, el Auténtico y Certificado Método de Juan F Para Determinar Cuando una Obra Literaria Es Buena. Sí, porque en cinco años de estudios lingüísticos y literarios ninguna profesora, ni profesor, me proporcionó de forma explícita e inequívoca lo que tanto había venido buscando: una fórmula, sistema o conjuro que me permitiese separar el grano de la paja, literariamente hablando.
Razón ésta que me llevó muy a mi pesar y siguiendo el dicho popular, a confeccionar yo mismo dicha fórmula.
No ha sido tarea fácil y omitiré el farragoso proceso deductivo que me condujo a la conclusión final. Diré tan solo que me ha guiado el principio científico según el cual un objeto, sistema o artefacto es bueno si cumple la función para la que fue construido o diseñado. Esta norma es válida, por supuesto, para cualquier producto del ingenio humano, pero siendo la literatura el objeto de mis desvelos es ahí donde he decidido aplicarla y para mi entera satisfacción, además. Por ello, consideraré desde ahora como ‘mala’, ‘mediocre’ o ‘excelente’ a toda obra literaria, en la medida en que cumpla el propósito para el cual fue escrita, o cuando éste no pueda ser conocido, el propósito que cada lector en particular le asigne.
Así pues, para llevar a cabo dicha clasificación, nos es preciso conocer las intenciones del escritor al respecto de su obra. Esto no supone un obstáculo en la mayoría de los casos, pues, o bien el autor lo especifica con claridad, como ocurre con Poe en el caso de su poema ‘The Raven’, o es fácil deducirlo, como sucede con Tom Clancy o Stephen King, por ejemplo.
De esta manera, determinar la excelencia de una obra (novela, poema, film) se vuelve algo muy simple: basta responder primero a la pregunta ¿cuál es el propósito de dicha obra? Y posteriormente a esta otra: ¿lo consigue? Este propósito puede ser provocar en nosotros alguna emoción determinada, como melancolía, terror, nostalgia, movernos a la risa o excitar nuestro sentido del humor.
Quiero llamar la atención sobre la posibilidad de que el autor tenga un objetivo meramente crematístico y su fin último sea vender un elevado número de ejemplares, objetivo respetable y, en contra de lo que algunos parecen pensar, nada sencillo de conseguir. En ocasiones, también, puede darse el caso de una cierta confusión de objetivos. El poeta que presenta una obra a concurso, ¿quiere antes de nada provocar cierta emoción en el lector o ganar el concurso? Las dos cosas no tienen por qué ir unidas y sería preciso conocer cuál era la prioridad del autor en este caso. ¿Cuál era la prioridad de Agatha Christie, vender muchos libros o envolver a los lectores en los misterios que estos plantean? Fuese cual fuese, está claro que consiguió sobradamente ambos, por lo que no nos queda sino considerar su producción literaria como de la máxima calidad.
Se puede dar la circunstancia, también, de que la intención del autor sea completamente desconocida y en estos casos pasa a ser sustituida por la intención del lector. Pondré una analogía: al salir de casa encontramos una pequeña pieza de plástico, que por su forma y apariencia nos resulta extraña. No sabemos cuál era su función original ni el motivo por el que fue fabricada, pero ocurre que a nosotros nos viene de maravilla para ajustar la pata de una mesa que, por imperfección suya o del suelo sobre el que se asienta, cojea. Esa pieza de plástico pasa a ser excelente para nosotros, pues cumple a la perfección la función a que la destinamos a partir de ese día. Igual ocurre con una obra literaria, cuando se ajusta a nuestras expectativas. ¿Buscamos emoción, entretenimiento, reflexión? Muy bien, ¿la obra nos lo proporciona? Si lo hace, es buena; en caso contrario, no lo es. Así de simple.
Y en esto consiste mi sistema para determinar la bondad de una obra literaria, que a falta de otro mejor y hasta el momento, cumple su función.
Aplicado este sistema a la saga de Harry Potter y dando por seguro que la finalidad de la escritora es batir records de ventas, podemos decir que se trata de una obra maestra. No lo sería si pretendiese crear unas tramas originales, con un lenguaje fresco e innovador y además experimentar con las estructuras narrativas, pero sospecho que no es ese su propósito. Por otro lado, si añadimos además que satisface las expectativas de millones de lectores, lo que muy probablemente sea el objetivo secundario de su autora, nos encontramos con una obra que bien puede rivalizar con cualquiera de las que se estudian durante los cinco años que dura la carrera.
Claro que esto no va a satisfacer a los críticos literarios más exigentes. Ni siquiera a los que sean un poco exigentes. ¡Qué demonios, no va a satisfacer a ningún crítico digno de ese nombre! Pero desafío a que alguien exponga otra fórmula, igualmente objetiva y que reconozca tanto el mérito de los grandes éxitos de ventas como de aquellas obras que buscan únicamente el aprecio de los conocedores literarios.
Un saludo.

3 comments:

  1. Bueno, como todo sistema y teoría y método es falible, critiquemos el que propones: evalúa el grado de consecución de un objetivo, pero no evalúa el objetivo en sí... con lo cual si me propongo escribir una bazofia de novela, y (seguro) lo consigo, estaría al mismo nivel de logro que otro que se proponga escribir una obra maestra y lo consiga... Así que lo que necesitamos evaluar es no sólo la medida en que se consigue algo, sino la validez o talla o calidad del objetivo que se perseguía. Y ponerse de acuerdo sobre eso es aún más difícil... Lo que está claro es que una medida de éxito es encontrar un público que te aprecie tanto tu objetivo como tu éxito en alcanzarlo. A ese nivel, Harry Potter arrasa.

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  2. Efectivamente, veo que has entendido el sistema propuesto. Según yo lo veo, si el autor consigue el objetivo que se propuso al escribir una obra concreta, dicha obra es buena. La Tapadera, de John Grisham, seguro que para su autor es estupenda ya que le colocó entre los autores más cotizados del mercado. Los amantes de un tipo de literatura más académica, en cambio, seguro que la encuentran deleznable, o al menos poco meritoria, ya que no cumple lo que ellos esperan encontrar en una novela. El crítico literario y el autor en este caso diferirían, porque lo exigido por ambos va por caminos distintos. En mi opinión lo prioritario es el objetivo establecido por el autor y el del lector viene en segundo lugar. Lo siento por Barthes.
    Juan F.

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  3. Voy a añadir al sistema un par de matizaciones:
    1. El objetivo tiene que ser éticamente aceptable y de alguna utilidad. No valdrían objetivos que impliquen engaño, adoctrinamiento, insulto... ni absurdos (ej. hacer un 'churro' porque sí)
    2. Sin tener que cargarse al autor, yo sí tendría en cuenta el efecto en los lectores que, como en el ejemplo de la pieza de plástico, podría no coincidir con el objetivo del creador.

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